El viernes 12 de septiembre, se llevó a cabo la Feria Inclusiva de septiembre, una jornada que reunió a toda la comunidad en un verdadero espacio de encuentro y celebración. El sol acompañó, hubo música en vivo preparada por los jóvenes, bailes de nuestras raíces y mucha alegría compartida.
Más allá de lo vivido ese día, la Feria representó algo más profundo: la posibilidad de abrirse al afuera, mostrar lo que se hace con propósito y sentido, y reconocerse parte de una comunidad más amplia que crece cuando se encuentra y se enriquece con la diversidad.
Cada stand, cada canción y cada sonrisa tuvieron un mismo hilo conductor: la participación activa y el deseo de compartir. La Feria no fue solo un espacio de intercambio, sino también un puente que conecta, visibiliza e invita a seguir construyendo una sociedad más inclusiva.
La preparación previa
En los días previos, los y las participantes trabajaron intensamente para que todo saliera de la mejor manera. Se enfocaron en aspectos fundamentales como:
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Recibir a los visitantes con calidez.
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Explicar los procesos de trabajo detrás de cada producción.
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Organizar los stands para mostrar lo realizado con claridad y dedicación.
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Practicar la presentación y envoltorio de los productos, cuidando cada detalle.
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Manejar el dinero, aprendiendo a cobrar y dar el vuelto.
Además, salieron a recorrer el barrio entregando invitaciones, charlando con los vecinos y compartiendo la alegría de lo que estaban preparando. Porque la Feria también es una oportunidad para encontrarse y fortalecer lazos con la comunidad.
Un cierre con gratitud
Al finalizar la jornada, la comunidad de CREI se llevó la certeza de que cuando se participa y se comparte, la vida se llena de más sentido. El agradecimiento es inmenso hacia cada familia, vecino y amigo que se acercó, y especialmente hacia quienes con esfuerzo y compromiso hicieron posible este día tan especial.